sábado, 11 de septiembre de 2010

Pesado

¿Que me iba? No, no, es broma. Las palabras se las lleva el viento, lo que pasa es que dejarlas por escrito no es natural. ¿A quién hablo? ¿Si estoy solo en mi taller?
En fin, voy a seguir con lo mismo de siempre. Otra vez a tallar mis piezas, que es lo que sé hacer. Otros saben ligar con zorras, otros despejar la equis de una ecuación de noveno grado. Yo lo que sé hacer es esta mierda. Que por mucho que intente dejarlo (ni que fuera un mal vicio) no puedo. Con cada máscara, le digo al mundo que hay algo dentro de mí, aunque sólo la vean dos o tres personas que la examinarán un poco, que quizás pregunten sobre ella y que quizá la compren como recuerdo. Pero... después, ¿qué?
Últimamente no se qué hago aquí. Creo que estoy amargando a mis chicos su jornada laboral por rondar demasiado en el taller. Mi taller. Del que no me siento del todo dueño. Si estuviera solo sería más fácil pero al final, la gente me tira mucho y quiero (necesito) que estén bien, al menos por mi parte. Lo malo es que no se me da bien adivinar cuando están agusto y cuando les empiezo a molestar.
Por más que intento dejar esto, vuelvo. Por más que intento olvidarme de ella al final aparece en mi mente, en mi inspiración. ¡Qué duro es eso, que aparezca en mi inspiración! Intento hablar con ella pero su respuesta, su desgana, no me anima. Quizá esté insistiendo demasiado en hacer reír a un cadáver (si es que no lo soy yo). Por eso no insistiré más, para no parecer un pesado aunque el cuerpo me lo pida. No sé cuánto tiempo aguantaré.

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