miércoles, 21 de septiembre de 2011

Felicidad fácil


Juan - Odio ser así pero, según mi experiencia de los últimos días y Woody Allen, el secreto del éxito es ser un pesado. Y punto. Insistir, insistir, insistir… hasta la nausea, hasta que la gente sea consciente de que eres lamentable y que tienes que destruir tu dignidad que por culpa de tu falta de talento. Al final, esos son los que triunfan. En todo.

“Alekséyev” - Pues ya sabes, aplícate. No le des más vueltas de las tuyas en plan “quiero ir a contracorriente”. Sé práctico por una vez.

-No, tío. Voy a luchar un poco más. Coño, se supone que yo tengo ingenio, cultura, una forma de pensar diferente… No puedo desperdiciar todo eso, que es a lo que me agarro para no sentirme un inútil total, para ponerme a mendigar. Lo siguiente será carroñear, otra cosa que también da buenos resultados por lo visto.

-Tienes que pasarte al lado oscuro, Juanillo. Pruébalo, aunque sea en una ocasión donde no haya testigos. A lo mejor más adelante te da igual que la gente te vea como un pesado si te da buenos resultados. Hazte masa, en serio. Aunque tú no lo creas, la Verdad es que eres otro paquete más.

martes, 6 de septiembre de 2011

Refugio fácil


Mi tiempo se sigue acelerando sin que yo pueda evitarlo. Lucho y lucho pero no encuentro a nadie por quien combatir como una tigresa herida ante sus hijos. ¿Debería luchar por mí? Debería. Querer mantenerme vivo tendría que ser causa suficientemente para resistir esas curas que me dejan medio muerto en vez de muerto. Necesito… calor humano. Así que voy a bajar las persianas, a despejar la mesa y a ponerme el disco de música vocal celta, que hoy estoy sensible, joé.

Tras cerrar los ojos aparezco en el claro de aquel bosque mágico. El sol ya está a varios horizontes de las onduladas copas; aun así, se ve. Frutos de luz azulada brotan de los árboles como en una permanente navidad plateada. Sobrecoge un gran alcanforero muy viejo y luminoso justo enfrente de mí. Entre la suave hierba crecen pequeños champiñones aquí y allá que también brillan, al igual que las nubecillas de luciérnagas y palomitas, cuyo vuelo pausado y constante serenaba los nervios como cuando sigues el camino de una hoja flotando en el agua. Aunque era de noche, no había Oscuridad.

Y frente al árbol, ahí, ante mí, está ella. Violeta de ojos, algo más oscuro su cabello ondulado, contemplo su figura camuflada entre las luces del claro como si irradiara también ella alguna luz. El fin de su liviano vestido resplandeciente es hacerla aún más hermosa. Puedo adivinar un cuerpo perfecto bajo esas finas telas, pero no es su aspecto salvaje el que necesito sentir ahora.

Me sonríe mientras me acerco y ella da unos pasos hacia mí. La puedo tocar con naturalidad y darle un abrazo eterno hasta que se me pase esta fría sensación que solo se desvanece junto a ella. Huelo su ropa, su pelo, su cuello, y mientras no pienso en nada. Sigo sujeto a su cuerpo, pletórico, sin que la situación se torne violenta o cansina: todo es como quiero que sea.

Otros días, juguetona, complace todos mis deseos, los infantiles y los adultos, sin tener que cuestionar nada de ellos. Yo también hago lo mismo con sus locuras, la sigo como un siervo sediento de sus continuas ocurrencias. Lo que ella quiere yo lo codicio. No por cumplir o estar en deuda: es deseo puro.

Casi no me he dado cuenta que estoy desnudo y acostado en su cintura descubierta. Me siento como si me hubiese follado la diosa del mundo: tranquilo, absolutamente tranquilo. La hierba está fresca pero no fría, el vientecillo se hace sentir cálido como su piel morena y las luces azuladas del bosque se confunden con la nebulosa de Orión. O de Circe, no sé.

Sí, es perfecto, es un lugar de esos en el que a todos nos gustaría pasar algún instante, por muy duros que queramos aparentar ser ante los demás. No me empacho de disfrutar de este pequeño mundo, de La Belleza, la que solo vive aquí.

Joé. He estado bastante cerca de la cabezada, pero esta sensación de estar perdiendo el tiempo es todavía más fuerte que el poder de mi imaginación. Voy a abrir las ventanas. A ver si con suerte cae algún trueno.

sábado, 3 de septiembre de 2011

¡Felicidades!


"Alekséyev"- Gracias hombre, no se merecen.

Juan- No es para ti. Aunque podría, porque no sé cuando cumples ni qué edad tienes.

-Claro, como no tengo tuenti no me puedes dejar una frívola felicitación.

-Eso es lo chungo. Puedes felicitar a gente por la que sientes cierta indiferencia y de la que no te acordarías de su cumpleaños. Sin embargo, la gente que te importa no puede apreciar que realmente tienes su fecha en la cabeza y la felicitación pierde valor.

-¿No será para alguna de esas muchachas de culo gordo que te hacen tilín, no?

-Creo que los culos hermosetes están muy infravalorados por aquellos de la moda, con lo divertidos que son. Pero no, tiene un buen culo, objetivamente hablando.

-Es un poco especial tu felicitación. ¿Crees que llegará a su destino?

-Bueno, también va dirigida a una persona especial. Sí, tarde o temprano llegará. Ya uno no puede hacer regalos con lo poco que me pagan aquí y mis manualidades no son apreciadas por casi nadie. Así que, la mejor manera de felicitar a alguien creo que es recordarle, o mejor, hacerle sentir a tu manera que estás ahí otro año más a jierro para lo que haga falta, que personalmente creo que no es poco: para lo malo, para lo bueno, para las noches de pasión desenfrenada…

jueves, 1 de septiembre de 2011

La justicia como cicatrizante barato


Juan - Es la típica historia de siempre. El malvado triunfador que siempre gana y el buenazo tonto que se come un mojón. Que injusto. ¡Qué injusto!

“Alekséyev”- ¿Injusto? ¿Qué pasa, que si actúas de forma antinatural y tal como la cultura religiosa manda (es decir, siendo bueno) ya tienes garantía de que todo te va a salir tal como desees?

-Supongo que no. Sabes, a veces me gustaría ser más creyente. No quiero resignarme a pensar que todo esto no es más que átomos y frío. Que la justicia no existe y que los valores que he recibido y mi forma de ser no valen nada. Nada. Me gustaría pensar que ella recapacitará y verá que yo lo merezco más que él, y que a él le darán por culo y le caerá un piano encima (para ser justos). Pero no, no hay ninguna ley universal que obligue a que eso ocurra. No hay nada. Y la verdad, me gustaría ignorar esa desolación.

-Es tentador creer que, aunque sea después de morir, los malos recibirán su justo castigo y los buenos tendrán su premio. Sí, te puede hacer la existencia más soportable. Tienes que elegir entre dos opciones: Dios o la Verdad. Una reconforta; la otra duele. La primera es falsa; la segunda intenta ser verdadera pero no llega a serlo, por lo que también es falsa pero no tanto.

-Si lo planteas así, la primera opción parece la más bonita, pero yo vivo irremediablemente en la segunda. ¿Qué puedo hacer para que todo me vaya mejor?

-Aprender a soportar