sábado, 31 de diciembre de 2011
Cambiar
miércoles, 28 de diciembre de 2011
Nihilismo
miércoles, 21 de diciembre de 2011
El gran incapaz
sábado, 10 de diciembre de 2011
*Bonus: minisagas (III)
XI.
Del enorme huevo verdoso emergió una mujer lagarto completamente formada. Fue muy afortunada desde el nacimiento: no tenía rabo pero sí unos poderosos cuartos traseros, una suave piel de escamas iridiscentes, útiles garras intimidadoras, visión infrarroja para detectar el calor y saliva venenosa. Evidentemente, le fue bien en la vida.
Del pequeño huevo rojizo salió el ser que me daría muerte en un futuro, según Oráculo. Es tan pequeñito… pero sé que cuando crezca me matará. ¿Podría cambiar mi futuro con un leve movimiento de cuchillo? ¿Me lo permitiría el Destino? Bah, yo no creo en eso, lo dejaré vivir.
Clavé el puñal en mi pecho y me dolió muchísimo. Comprendí que moriría cuando me sacara la trascendente arma, dejando que la sangre brotará desde mis pútridas entrañas. Fue en ese momento crítico cuando me llegó el mensaje de que habíamos ganado el Euromillones. Así que llamé a la ambulancia.
Recibió un calambrazo tan radiactivo que obtuvo el superpoder del teletransporte. Pero la diversión sin límites le corrompió y acabó viajando por el mundo para violar mujeres sin castigo. Hasta que recibió una estocada antes de percatarse y de nada le sirvió llegar al instante al mejor hospital del mundo.
Recibió un beso tan cálido que obtuvo el superpoder de ser persona. Aquella pobre mujer deshizo su coraza de hielo con un sincero gesto de agradecimiento infinito. Desde entonces buscó el cariño en cada esquina, pero como no tenía práctica con la gente, se tuvo que conformar con las putas.
viernes, 9 de diciembre de 2011
Comparaciones
Por muy libre que me crea, por muy independiente que crea ser y estar separado del forraje que compone la sociedad, no puedo evitar aun, a mis años, compararme. Joder, después de una vida luchando por ser yo mismo, por no seguir la corriente, que me dé igual que unos se harten de follar o de cagar dinero y yo no. Pero al final, no puedo evitar evaluar lo que llevo hecho y eso no puedo hacerlo sin mirar a los demás. ¿Cómo si no sabría que estoy llevando una vida plena?
Mi compadre Gustavo, el que se llevaba todas las ostias en el colegio y tenía demasiado pavo, va a tener a su tercer hijo con una mujer increíblemente maravillosa. Mi hermano, medio rico y triunfando en su trabajo. Alekséyev va a estrenar obra como protagonista y mis queridos Tous se van un mes a un templo en el Tíbet. ¿Qué hago yo? Vivir como un artista frustrado, mal amado y ganando lo justo para sobrevivir. Eso sin hablar de mi enfermedad.
Claro que, si me comparo con los pobres somalíes que se mueren de hambre, tampoco me va tan mal. Y si no miro a nadie, mi vida es bastante soportable. Pero no, necesito destacar entre los borregos y los mediocres y para ello tengo que observarlos, conocerlos, averiguar qué necesito para superarlos. ¿Me dará eso la felicidad? Seguro que no, pero no puedo evitarlo: me he cansado de aguantarme las ganas de mirar y de evitar convertirme en una estatua de sal. La curiosidad, o el aborrecer la incertidumbre, me pueden.
Me he vuelto un triste por recaer en el antiguo vicio de no huir de la sociedad.
sábado, 3 de diciembre de 2011
Sagrado de verdad
Imposible: esta obra no la puedo realizar. Tendría que ser un gran genio para poder plasmarlo, aunque pensándolo bien, sería bastante triste que fuera capaz. No, no puedo porque son sublimes los rostros que tengo en mente. No por tener fracciones bien colocadas o sonrisas perfectas: lo sublime es la expresividad sincera de la pasión.
No sé si ellas serán conscientes de cómo cambia su rostro en el preciso momento en el que la punta de su lengua toca a un hombre. O más bien, cuando lo deciden. Durante un tiempo verdaderamente especial, desaparecen las barreras de misterio, la niebla de miedo y preocupaciones, los disfraces de otras intenciones y las máscaras. “Te estoy devorando a mi manera. Estoy gozando y no me importa que lo sepas”. Por eso es un momento de sinceridad absoluto y de verdadera pureza (nada que ver con lo que decían en misa) que yo no puedo recoger en una obra artística. Demasiado sagrado para mí.