lunes, 31 de diciembre de 2012

En estado de interpretado


Alekséyev- Deja de tomar a Wyoming por un líder de opinión. En ese programa manipulan igual que los otros. Tu problema es que lo has visto tanto  que has interiorizado su discurso. Wyoming piensa ahora por ti.


Juan- Qué dices, hombre. Yo veo muchos medios y capto muchas opiniones. Me quedo con lo que me parece más coherente sin ser el discurso de ninguno en particular. Tampoco el de Wyoming.

 - Querido Juanito. Desde que tu vida se ha estabilizado en estos últimos meses, tu nivel como intelectual, como artista y como genio han decaído bastante. Vale, ahora no tienes tiempo para tratar tus inquietudes ni quebrarte la cabeza; prefieres pasar el tiempo con la chavala, ver películas comerciales y confiar en los medios de comunicación generalistas para estar informado en poco tiempo. Así te has quedado, convertido en un interpretado.

 -¿Interpretado? ¿Acaso es malo vivir como la mayoría solo durante un tiempo extraño en mi vida de bicho raro? ¿Ya soy imbécil por no rebuscar ahora mismo en los rincones de internet en busca de noticias conspiranoicas y películas noruegas?

  -No estoy diciendo que sea malo. Solo protesto porque ya no puedo hablar de grandes temas con mi compañero de trabajo, tan lúcido e independiente antes; tan atiborrado de dudas que daban ganas de abrazarte hasta con cariño. Ahora, de vuelta al niñateo inofensivo, no despiertas admiración ni ganas locas por tomar unas birras contigo. Pero oye, no te preocupes: casi todo el mundo es como tú y seguro que a esos sí les gustarás. Oirán tus opiniones enlatadas sobre asuntos que en realidad no comprendes, y mientras, no te darás ni cuenta de que quizá estás coincidiendo demasiado con gente corriente de tormentos corrientes. Eres un interpretado más: el pastor de turno piensa por ti, crea tu conciencia, tus concepciones y hasta un falso criterio. El pastor, el sistema, inocula en tu mente pensamientos que no te pertenecen, que no son originales. Tu solo tienes que seguir el guion y tu cabeza no sufrirá más espantos ni se preguntará nada peligroso que ponga en peligro tu  ilusión de felicidad. ¡Oye, eso es bueno: felicidades!