domingo, 26 de febrero de 2012

Y no pasa


Pelo grasiento y barba de un mes, un individuo cuasinerte clavado horas y horas bajo las palmeras de plástico, con un mar fijado en los ojos y arena sobre piel blancucha. Espera, desde la orilla asolada por las rocas, a que la sirena (una cualquiera) aparezca como una chica Bond en la playa y le atraviese con todos esos besos que se ha estado perdiendo durante estos días y siglos de paciencia infinita.

    Sabe que no pasará. O más bien, no imagina, no llega a concebir que por fin su fantasía, sencilla para muchos otros mortales, se llegue a manifestar en sus carnes, castigadas ahora por el salitre y la roña de la tierra. Sin embargo, espera. No hace otra cosa.

    Durante mucho tiempo se convenció de que no existían las sirenas, que a esas solo se las tiraban los tritones y los chulopesados de discoteca. Pero tras muchos testimonios de seres normales decidió esperar como una estatua en la playa más cercana, una pedregosa sin turistas que no arruinara el dichoso momento si se llegara a producir. Hasta hoy, el sol ha secado su piel y sus labios y la arena se ha colado en todos sus poros; la sal también lo mantiene fijado en la postura de la esfinge muda, esperando que una sirena (la que sea) rompa el opresor maleficio.
    Aparte del  vaivén de las olas, la erosión del viento, el fraguar del sol y la picadura de algún que otro bicho taladrante, allí no pasa nada más. Nada. Nada…

lunes, 20 de febrero de 2012

Vergüenzas escondidas en una habitación


Maestro- Bueno señores, hora de cerrar y de ir a la fiestas del extravagante Fali Brown. ¿Habéis traído algo para la subasta benéfica?

Juan- No comprendo el fin de tener que llevar objetos de los que nos avergoncemos y además, sacados de nuestro cuarto. Yo tengo mis dudas sobre si quiero desprenderme de estos objetos, aunque supongo que la causa lo vale…

Maestro- Claro que sí, que lo vale. Aunque ya sabes cómo es Fali Brown: seguramente lo haga por otras razones más profundas, como para conocer mejor a sus invitados o tener un regalo para nosotros dentro de unos años. En fin, os voy a enseñar que traigo.

>>El primer objeto es mi reloj despertador. Ahí te pudras, artefacto de Satanás. Antes tenía otro son más solera con el que empecé a escuchar la radio de verdad y a ilusionarme por la cultura. Tenía una lucecita cuando encendías la radio con temporizador que era muy cálida e iluminaba suavemente las penumbras de aquellas noches. Sin embargo, este de aquí tiene los números verdes y brillan mucho, demasiado. Da tanta luz que no puedo dormir. En serio, no puedo.

>> El segundo es una aun servible memoria ROM portátil de 320 gigas. He dejado ahí las cuatro cosillas que tenía: música que ya no escucho, peliculillas comerciales, carnaval y fotos. Las fotos son lo que me avergüenza realmente de este cacharro. Son de algún viaje que no salió como esperaba, de alguna salida con antiguos amigos que ya no conservo o de oportunidades perdidas o degustadas muy a medias. Ya sabéis, el pasado que te persigue. Además, el disco duro este está chafado porque lo usaba para otras cosas relacionadas con perder el tiempo, aunque siguiendo las instrucciones que he adjuntado se puede usar sin demasiados problemas.

Juan- Pues mi primer objeto es un balón de futbol del Betis con las firmas impresas de los jugadores de hace tiempo. Lo tenía de exposición, aunque sin las firmas tampoco hubiera jugado mucho con él, me temo. No me gustaba el fútbol y lo de seguir al Betis era más bien para encontrar algo de identidad. Ahora en parte me avergüenzo por necesitarlo en aquel momento y considerarlo un objeto valioso. Ya está deshinchado.

>>El otro objeto es mi Caja Gamberra. Pertenece a cuando me daba cuenta de que la niñez se iba a pasar inevitablemente sin que hubiese trasteado mucho por ahí. Si llego a ser consciente de que podía potenciar la picardía y gamberrear sin recibir un castigo verdaderamente importante… Pero no, yo siempre era asquerosamente bueno. Esta cajita era donde reservaba cosillas para gamberrear que nunca usé, como una cajita de bombas fétidas entera, petarditos de niño chico (que  a mí me parecían la leche ya con pelillos en los huevos), bolitas, cordel, una moneda de cinco duros…

Alekséyev- Yo también he traído una pequeña perla que tenía olvidada en un cajón. La he traído porque el mismo Fali Brown prometió pujar alto por lo que yo llevara, pero no me hace especial gracia esto de desvelar presuntas vergüenzas.

>>Lo que traigo es una canica. Sí, solo eso. Aunque mirad qué diseño: tiene el lacito interior completamente negro. Se llama Canelita y me la dio una buena amiga hace muchísimos años. Una amiga a la que quise con toda la sinceridad e inocencia que conservaba en aquellos años pero que hoy no sé donde cojones está. La podría localizar pero, ¿para qué? Sería como conocer a otra persona totalmente distinta con una excusa muy alejada en el tiempo, muy borrosa. Esta canica, Canelita, me recuerda a esas personas que han pasado por mi vida dejando huella pero que por la razón que sea, ya no están ahí. Demasiadas caras encerradas en una bolita es una cualidad que solo yo soy capaz de ver y que nadie sabrá darle valor en la puja. No tiene sentido hacer esta subasta de baratijas vergonzantes: aunque hablemos de ellos y desvelemos sus secretos, el valor de los recuerdos será siempre intransferible.

viernes, 3 de febrero de 2012

Que se vayan


Me quejo de que no soy capaz de crear nada y de que no tengo ahora nada de inspiración… capullo. Los médicos dicen que estoy casi bien, tengo encargos y trabajo para más de un mes, dinero de sobra y para colmo, me he echado una novia maravillosa que encima tiene tetas. Sin embargo, mis trabajos artísticos no van nada bien. He tenido tanto tiempo para desahogarme tallando pajas mentales que, ahora que me va todo bien, no soy capaz de crear nada. Este detalle debería ser para mí una chorrada, una de esas cosas poco importantes de la vida por las que no hay que preocuparse mucho pero... No, soy un artista, o al menos pretendo serlo. La felicidad no es nada inspiradora y nadie quiere ver o crear una obra que trate de lo bonita que es la vida.

  Supongo que debería disfrutar de lo que tengo y no preocuparme de momento por la inspiración. Como decía Bécquer en boca de Sabina, “cuando tengo el amor, siento; cuando no lo tengo, escribo”. Estoy muy ocupado frotándome las manos como un niño nervioso y bailoteando por las esquinas ante esta suerte a la que no estoy acostumbrado que me olvido de oír la vocecilla de la inspiración y la que me pide rebelarme o tener más y más de todo lo que pase por mi antojo. Pero también dejo de escuchar esa conciencia malaje que no te deja disfrutar de casi nada y esos recuerdos fallidos que se te vienen a la memoria a raíz de cualquier suceso cotidiano.

  Quizá la felicidad es dejar de oír voces en la cabeza, tanto las buenas como las malas. Convertirse en otro feliz más, uno de esos encantados de la vida y sin ganas de trasgredir. Insolidaria y añorada individualidad plena.