viernes, 3 de febrero de 2012

Que se vayan


Me quejo de que no soy capaz de crear nada y de que no tengo ahora nada de inspiración… capullo. Los médicos dicen que estoy casi bien, tengo encargos y trabajo para más de un mes, dinero de sobra y para colmo, me he echado una novia maravillosa que encima tiene tetas. Sin embargo, mis trabajos artísticos no van nada bien. He tenido tanto tiempo para desahogarme tallando pajas mentales que, ahora que me va todo bien, no soy capaz de crear nada. Este detalle debería ser para mí una chorrada, una de esas cosas poco importantes de la vida por las que no hay que preocuparse mucho pero... No, soy un artista, o al menos pretendo serlo. La felicidad no es nada inspiradora y nadie quiere ver o crear una obra que trate de lo bonita que es la vida.

  Supongo que debería disfrutar de lo que tengo y no preocuparme de momento por la inspiración. Como decía Bécquer en boca de Sabina, “cuando tengo el amor, siento; cuando no lo tengo, escribo”. Estoy muy ocupado frotándome las manos como un niño nervioso y bailoteando por las esquinas ante esta suerte a la que no estoy acostumbrado que me olvido de oír la vocecilla de la inspiración y la que me pide rebelarme o tener más y más de todo lo que pase por mi antojo. Pero también dejo de escuchar esa conciencia malaje que no te deja disfrutar de casi nada y esos recuerdos fallidos que se te vienen a la memoria a raíz de cualquier suceso cotidiano.

  Quizá la felicidad es dejar de oír voces en la cabeza, tanto las buenas como las malas. Convertirse en otro feliz más, uno de esos encantados de la vida y sin ganas de trasgredir. Insolidaria y añorada individualidad plena. 

1 comentario:

  1. Ni uno escribe siempre que no es feliz, ni uno no escribe porque sea feliz. Eso va por rachas; eso sí: cuando estás ocupado con otras cosas le ocupas menos tiempo al escribir. Todo es administrarse.

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