sábado, 29 de enero de 2011

Consuélate, mejor


Bueno, ahora no tengo ganas de calcular así que voy a hacer el truco del almendruco de los pintores: mezclaré estas pinturas y usaré la mezcla para colorear, que seguro que me sale un color bastante original. Bueeeno, color mierda, vaya novedad. Aunque he sacado un tono verdoso agradable. La verdad es que es divertido…Ostias. ¡Ostias, ostias! Me acaba de venir una epifanía: el arte sirve para…consolarme. Pero no sólo el arte. Las mujeres, el altruismo…Sí, el consuelo. Es lo que hace la vida soportable, lo que hace que la acabes viendo como “vivible”. La evasión no, eso no soluciona nada y siempre te deja en el mismo punto de partida. Lo que sí te puede hacer evolucionar es consolarte dentro de este mundo cruel y asqueroso donde no tenemos forma de saber de qué coño va esto. Amor, amistad, dignidad, belleza…Si llenáramos más nuestra vida con estas cosas en vez de con tantas drogas contra la realidad, quizá…

viernes, 28 de enero de 2011

La gracia del Coyote


Juan – Es que verás, lo quiero una jartá y me alegro mucho por él pero…no del todo. Cada vez lo voy consiguiendo un poco más pero todavía no me acabo de alegrar sinceramente por los triunfos de los demás. Aunque sea mi hermano o mi mejor amigo. Sinceramente y sin engañarme a mí mismo, no puedo.
"Alekséyev" – ¿Envidia?
-Puede ser…Fite, que sentimiento tan bajo tengo, con lo listo que me creo a veces. Es que…no es una simple envidia. Creo que más bien es recordar nuevamente aún no he hecho nada de eso, que aún no he triunfado de esa manera. Que fracaso. Sí, creo que eso se aproxima más a lo que siento. El recuerdo del fracaso. Es tan desagradable tener eso en la mente que te olvidas alegarte por los demás.
-¿Y qué es el fracaso?
-Ostias, ¿ya estás en plan Sócrates? Pues fracasar es perder. Perder una batalla que tú mismo has empezado contra tus propias limitaciones. Por eso es tan terrible, porque no compites contra nadie que puede ser mejor o peor, si no contra ti mismo. Y lo que acabas demostrando es que aún no sabes los que quieres en la vida y que no tienes ni una mínima idea sobre de qué va esto. ¿Te vale la definición?
-Eres demasiado catastrofista. Yo no soy el mejor para hablar demasiado de fracasos porque apenas tengo peeero, hay que tomarse el fracaso con más naturalidad, casi como algo cotidiano; también necesario para progresar. Claro que hay que hacer lo máximo posible para no perder pero, cuando lo hagas, no te creas que eres lo peor ni tires la autoestima por la borda. Además, todo el mundo fracasa muchísimo, así que no te sientas especial y desgraciado porque solo eres uno más. Y por último ya, decir que gracias a nuestra cultura heredada, somos capaces de saborear una buena sensación cuando fracasamos. Es como el acogedor calor de tu casa. Pero eso puede ser fatal por que nos podemos acabar acostumbrando a perder solo para sentir esa sensación a la que ya estamos acostumbrados. Solo tienes que mirar a tu alrededor o leer los blogs de la gente. El fracaso crea adicción.

lunes, 24 de enero de 2011

Cómo lograr el éxito

¡Ajá! Vaya descubrimiento. Esto lo tengo que apuntar en mi agendita de cosas importantes.

Teoría del licántropo invertido

Al igual que en la economía invertimos dinero en algo específico que creemos que nos va a rentar, en la vida hay que invertir el tiempo, que es nuestro verdadero y único bien, en algo que queremos conseguir. ¿Dónde está el fallo? En dos puntos: en derrochar desperdiciándolo en humo y en embarcarnos en proyectos que después salen mal. Esto es lo más importante. En las finanzas, se minimizan los riesgos a base de conocer bien el proyecto: los datos. En la vida esto es mucho más complicado ya que, como dicen los economistas, el futuro por definición es impredecible. Y más si no tienes ni idea de lo que ocurre alrededor (como suele paser). La economía se estudia y se lee en la prensa especializada. La vida… ¿Dónde se estudia?¿Qué debemos hacer para atinar en nuestros proyectos vitales?
Solución: El Ultrarrealismo vital. Consiste en analizar fríamente las posibilidades de éxito de un proyecto, sin contabilizar el factor suerte, la posible ayuda ocasional, el encanto inicial o el factor antojo. Mucho cuidado con este último. Nuestro cerebro es como un niño chico, juguetón y epicúreo (lo que madura es nuestra fachada, nuestra recopilación de datos). Al igual que nos pasa con una música o una actividad, nuestra mente piensa lo que quiere pensar y es reacia a trabajar en cosas más aburridas o desagradables pero quizá más productivas. Por tanto, el camino consiste en hacer madurar realmente nuestro lado cálido e infantil, para que los sentimientos más primaros no se opongan al éxito. Esto no significa que tengamos que ser personas frías e inanimadas; sólo hay que ser así a la hora de decidir. Transformarse de repente en un gigante analítico y sopesar las posibilidades. Después, tras decantarse por una opción, no dudar de ella, recordando que fue tomada en un momento de mayor lucidez.
El cuánto podemos obtener no es lo más importante, sino el tener la sensación de no desaprovechar el tiempo. Porque en un momento de gran fracaso o de final inminente, esto último consuela más.

sábado, 15 de enero de 2011

¿Qué es lo que quieres?

Juan –¡ Iyo! ¿Qué has hecho hoy en tu clase, que ha salido una tía llorando y dos liándose por las esquinas?
"Alekséyev" –Hoy les he enseñado a mis alumnos lo bonito que es revelar las verdaderas intenciones con la gente.
-¿Tú, el hombre de las mil caras dando lecciones de sinceridad?
-Es que esta sinceridad si me gusta. El mundo sería muchísimo más fácil si tuviéramos un letrero en la frente que dijera lo que realmente queremos en cada momento.
-¿Y ese factor misterio que tanto te gusta, no desaparecería si todo el mundo supiera lo que se dispone a hacer la gente?
-¿Qué dise usté? No revelar tus intenciones con la gente es una gran pérdida de tiempo, aunque vale, a los quince años no te digo que no tenga su encanto. Trabajando no hay problema por revelar cuál es el interés de cada uno. De hecho trabajar es básicamente satisfacer intereses. Pero en lo personal es distinto: algunos no dicen que quieren jincar y se consumen de las ganas por la persona que tienen delante; otros juegan con la incertidumbre de querer o no querer para tener engatusado al personal; también hay quien calla que no aguanta bien al de al lado y al final, los sentimientos frustrados van llenando el vaso hasta que se colma con la última gotita pequeñita. Que es lo que te pasó con el chaval aquel tan bueno al que le tiraste un ladrillo en la cabeza.
-¡Sí, buenísimo! Imagínate yo, con lo pacífico que soy, cómo estaría para tirarle un ladrillo en la cabeza. Menos mal que no le dio.
-Pues si le hubieses mostrado desde un principio lo que piensas y le hubieras dicho: “aléjate de mí que no te soporto”, no habrías llegado a aquel extremo. Y con la cordobesa aquella tampoco habrías sido tan pagafantas.
Pues sí, pues sí…pero sigo pensando que lo de revelar siempre las intenciones no tiene nada de encanto. Seríamos como los animales o los simplones de discoteca, que en todo momento los ves venir. Vale sí, que en teoría sería lo natural. Pero, ¿acaso la mentira no es estimulante?

domingo, 9 de enero de 2011

Entre la chicha y la limoná

Vaya churro acabo de crear. Llevo una racha en la que no logro sacar nada bueno. Creo que esto de tallar máscaras no va a ser al final el tipo de arte que me corresponde. No sé si es solo eso, que me expresaría mejor pintando, escribiendo o aporreando una guitarra o que sencillamente soy un artista mediocre. Bueno, hay gente a la que le gusta lo que hago…¿O lo dirán solo por compromiso?
No sé qué tipo de arte podría probar. Recuerdo cuando me dio por la poesía, ¡valiente paquete! Aunque para lo poco que había leído no me quedaban tan mal. Claro que tampoco se lo enseñaba a mucha gente. También recuerdo que fue intentando descifrar un poema cuando me di cuenta de que yo no era tanto como creía. Según la imagen que tenía sobre mí, aquello no se me debía resistir mucho y sin embargo, no era capaz de ver de primeras algo que otros sí veían. Qué mal me sentí cuando comprobé que también era mediocre en “ser profundo”. Ni simplón afortunado ni intelectual interesante: mediocre. Mediocre.
Por eso todavía me asalta la duda y no sé si el motivo por el que no logro expresar nada es porque no tengo mucho que expresar. Porque estoy más vacío de lo que creo. Si eso fuese así, ¿cómo podría yo saberlo? Menos mal que estas dudas ya no me afectan. Los grandes músicos o poetas no viven las maravillas que son capaces de expresar. Los artistas mediocres sentimos y padecemos nuestro arte, nuestra vida, que se entremezclan en una deliciosa confusión: El sueño del artista paquete. Espero no despertarme en mucho tiempo.