sábado, 28 de mayo de 2011

"El hombre que solo vivía el presente"


Decía que era un vago pellejo, que no era capaz de planificarse el trabajo y los estudios y que lo dejaba todo para última hora. Era cierto, pero también que con ese poco tiempo que le dedicaba a las cosas conseguía hacer un trabajo más que aceptable. Pero nunca destacaba: mediocridad, no por falta de inteligencia sino de voluntad. Tampoco tenía paciencia para cocinar (estaba excesivamente delgado) ni para conquistar a una mujer. Sólo las conseguía en discotecas y borracheras, por lo que al final nunca conoció el amor.

Pasaba la vida dando tumbos, de trabajo en trabajo e intentando comenzar estudios que finalmente abandonaba desmotivado. Aún así tenía muchos amigos o contactos que le amortiguaban los golpes y le hacían prosperar a pesar de su costumbre por la buena vida (sin ser ningún niño de papá).

Fue envejeciendo mucho más rápido que los demás: mal alimentado, falto de sueño y de cariño y deteriorado por sus vicios. Su talento se fue sustituyendo por la experiencia y acabó siendo un vividor más sin nada que aportar al mundo ni a su economía.

Siempre era consciente de su eterno fracaso por su ínfima fuerza de voluntad, por el improductivo caos de su cabeza y por tirar sus habilidades a la basura. Por eso no tuvo más alternativa que jugar a sacarle todo el jugo a la vida antes de perder todas las fuerzas. Y así pasó: a los cincuenta y algo, ya hecho un anciano y en el primer gran golpe de salud, cayó, vacío.

jueves, 26 de mayo de 2011

No es flojera


Con todo lo que tengo que hacer, que siento remordimientos por ponerme un rato a leer el periódico, y yo aquí, perdiendo el tiempo. Tengo tan pocas ganas de hacer estos encargos… Es trabajo en serie, repetitivo y nada creativo. Trabajar como un zombi por poco dinero. Y no puedo, no logro ponerme en pie y continuar con esto, salir de la inopia y dejar de clavar el punzón en la mesa.

Venga, va, ¡vaaaa, vaaaaa!¡Vamos allá!

…….

Fuff, no puedo, no puedo. Como en la película aquella de Buñuel, aunque sepa que debo hacerlo no soy capaz concentrarme lo mínimo para cumplir mi deber. Mi deber…

domingo, 22 de mayo de 2011

Feliz debilidad


"Alekséyev"-¿Depender de alguien? ¿Estar siempre desconcentrado pensando en alguien? Be strong, my friend.

Juan- No, no, no. ¿Acaso el simple hecho de que te guste alguien ya significa que eres débil? Bueno, si reviso mi historia no sé qué decirte… No sé, un poco extremista eso, ¿no? Según tú, si fuéramos más perfectos, ¿no nos enamoraríamos?

-No sé, yo solo te llevo la contraria. Los biologistas dicen que el amor es un sistema de defensa natural: a los dos que siente amor les conviene sentirlo, ya sean familiares o folladores. Aunqueee, la evolución nos proporcionó la capacidad de ser conscientes de nuestra existencia pero no nos dio la manera de sobrellevarla. Así que, igual que la nariz puede servir casualmente para llevar gafas y la procreación simulada para echar un buen rato, el amor puede dar el apaño para hacernos sentir bien. Para quien lo necesite.

sábado, 14 de mayo de 2011

Cronos


Juan-¿Te acuerdas de mi vecino de enfrente, el hombre del chándal que miraba las obras y los gimnasios? Hoy me han dicho que solo le quedan días de vida. No es que tuviera una especial relación con él pero… me hace pensar. ¿Qué es mejor, vivir teniendo siempre en cuenta que nos vamos a morir y que puede ser cualquier día de estos, o por el contrario, olvidarnos un poco de la muerte y vivir sin esa angustia?

"Alekséyev"-¿Tú qué crees?

-No lo sé. Creo que habría que hacer lo primero. Carpe diem extremo. Pero salvo para tomar alguna decisión, el resto del tiempo vivo tranquilo. Aunque a veces me sofoco de repente si pierdo el tiempo o dejo escapar alguna oportunidad.

-Según se puede observar en la gente, las personas sencillas de vidas sencillas no suelen tenerle mucho miedo a la muerte. Llevan una vida práctica y bastante satisfactoria. Sin embargo, la gente compleja, esa que se deprime fácilmente y que se empeña en estar siempre buscando la felicidad, suele estar acojonada por el futuro. “¿Tiene sentido esto que hago sabiendo que moriré?”. Pero bueno, hay de todo.

-Pues yo soy una persona compleja y no le doy demasiadas vueltas al asunto.

-Eso es porque te crees más raro de lo que eres. Que sí, que sí, un simploncete. De todas formas, aquí estás, preguntándote por cómo hay que encajar nuestro final durante nuestro recorrido.

-Bueno, y tú, ¿cómo lo llevas?

-Mmm sabes que no me gusta contar cosas de mí, pero voy a hacer una excepción. Yo me asomé una vez a la muerte. Vi el famoso túnel con la luz al final. Sentía una paz que… no era nada terrenal. Nunca he sentido nada parecido en este mundo. Me molesta quedarme sin tiempo para mis cosas, pero miedo a la muerte no le tengo porque sé (o creo saber, y eso me basta) que no es tan terrible. Punto. Si al final resulta que sólo hay vacio después, nos despediremos con una sensación tan supraorgásmica tal, que no me importará. Y si me importase, ¿cambiaría algo?

viernes, 13 de mayo de 2011

Lo que queda


Pataleo. Y vuelvo a patalear. Paro un segundo al ver que no sirve para nada, pero un segundo después solo tengo ganas de patalear. El ciclo se repite varias veces hasta que me aburro de verdad y me pongo a pensar el porqué de todo esto. Los primeros recuerdos, los más feroces, acometen mi memoria tapando mi ventana interior hacia el buen juicio. Y nuevamente, pataleo. Así un raro hasta que dejo de estar solo. Mierda de vida.

viernes, 6 de mayo de 2011

"El niño"


Voy a probar algo, un nuevo filón. Unas tablillas de madera en plan folleto, con una ilustración o un relieve. Aquí escribiré una historia original (o rara), a ver que me sale.


Él no era él mismo, sino lo que en otro tiempo fue: un niño. Crecía, pero se esforzaba en que su espíritu no lo notara; cambiaba, aunque desde fuera seguía pareciendo el mismo de siempre. Siempre tardío, era el último en pasar de nivel, en experimentar los placeres adultos. Se encariñaba de sus manías y malas costumbres y cumplía multitud de tradiciones personales, a pesar de que algunas dejaban de tener, a los años, sentido alguno. Aunque fuese así de conservador, era un explorador nato. Curioseaba hasta la impertinencia, siempre ávido de nuevos datos sobre el mundo que calentaran su cabeza. Preguntando, siempre preguntando.

No tenía enemigos, pero tampoco conseguía intimar lo suficiente con nadie. Su personalidad le aislaba de las pasiones mundanas de los demás y sus predecibles vidas. Algunos valoraban su forma de ver el mundo y resultaba agradable su compañía, pero al final, si no compartían alguna afición, no se podía mantener una conversación con él.

Tardó mucho tiempo en encontrar a una mujer que cuadrase en su vida. Era parecida a él: infantil, sencilla, cobarde… Celebraban un amor sincero de cuento de Disney, de los de sana envidia, ya que la inocencia que se esforzaban en mantener se lo permitía. Pero ella, a diferencia de él no era libre, no sentía esa gran curiosidad por la vida, por la cultura, por la gente, y no podía evitar sentirse cohibida por un mundo en el que apenas habitaba.

Él, fue hallado muerto en un parquin en una zona no demasiado peligrosa. Lo mató la maldad, eso de lo que tanto se había alejado y tanto se había esforzado en no conocer. Fue un golpe de confusión cruel y extrema que se podía haber evitado con algo más de mala leche, con experiencia. Vivía sin miedo y su final, dicen, se podía haber evitado.