sábado, 28 de mayo de 2011

"El hombre que solo vivía el presente"


Decía que era un vago pellejo, que no era capaz de planificarse el trabajo y los estudios y que lo dejaba todo para última hora. Era cierto, pero también que con ese poco tiempo que le dedicaba a las cosas conseguía hacer un trabajo más que aceptable. Pero nunca destacaba: mediocridad, no por falta de inteligencia sino de voluntad. Tampoco tenía paciencia para cocinar (estaba excesivamente delgado) ni para conquistar a una mujer. Sólo las conseguía en discotecas y borracheras, por lo que al final nunca conoció el amor.

Pasaba la vida dando tumbos, de trabajo en trabajo e intentando comenzar estudios que finalmente abandonaba desmotivado. Aún así tenía muchos amigos o contactos que le amortiguaban los golpes y le hacían prosperar a pesar de su costumbre por la buena vida (sin ser ningún niño de papá).

Fue envejeciendo mucho más rápido que los demás: mal alimentado, falto de sueño y de cariño y deteriorado por sus vicios. Su talento se fue sustituyendo por la experiencia y acabó siendo un vividor más sin nada que aportar al mundo ni a su economía.

Siempre era consciente de su eterno fracaso por su ínfima fuerza de voluntad, por el improductivo caos de su cabeza y por tirar sus habilidades a la basura. Por eso no tuvo más alternativa que jugar a sacarle todo el jugo a la vida antes de perder todas las fuerzas. Y así pasó: a los cincuenta y algo, ya hecho un anciano y en el primer gran golpe de salud, cayó, vacío.

No hay comentarios:

Publicar un comentario