sábado, 15 de enero de 2011

¿Qué es lo que quieres?

Juan –¡ Iyo! ¿Qué has hecho hoy en tu clase, que ha salido una tía llorando y dos liándose por las esquinas?
"Alekséyev" –Hoy les he enseñado a mis alumnos lo bonito que es revelar las verdaderas intenciones con la gente.
-¿Tú, el hombre de las mil caras dando lecciones de sinceridad?
-Es que esta sinceridad si me gusta. El mundo sería muchísimo más fácil si tuviéramos un letrero en la frente que dijera lo que realmente queremos en cada momento.
-¿Y ese factor misterio que tanto te gusta, no desaparecería si todo el mundo supiera lo que se dispone a hacer la gente?
-¿Qué dise usté? No revelar tus intenciones con la gente es una gran pérdida de tiempo, aunque vale, a los quince años no te digo que no tenga su encanto. Trabajando no hay problema por revelar cuál es el interés de cada uno. De hecho trabajar es básicamente satisfacer intereses. Pero en lo personal es distinto: algunos no dicen que quieren jincar y se consumen de las ganas por la persona que tienen delante; otros juegan con la incertidumbre de querer o no querer para tener engatusado al personal; también hay quien calla que no aguanta bien al de al lado y al final, los sentimientos frustrados van llenando el vaso hasta que se colma con la última gotita pequeñita. Que es lo que te pasó con el chaval aquel tan bueno al que le tiraste un ladrillo en la cabeza.
-¡Sí, buenísimo! Imagínate yo, con lo pacífico que soy, cómo estaría para tirarle un ladrillo en la cabeza. Menos mal que no le dio.
-Pues si le hubieses mostrado desde un principio lo que piensas y le hubieras dicho: “aléjate de mí que no te soporto”, no habrías llegado a aquel extremo. Y con la cordobesa aquella tampoco habrías sido tan pagafantas.
Pues sí, pues sí…pero sigo pensando que lo de revelar siempre las intenciones no tiene nada de encanto. Seríamos como los animales o los simplones de discoteca, que en todo momento los ves venir. Vale sí, que en teoría sería lo natural. Pero, ¿acaso la mentira no es estimulante?

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