viernes, 22 de abril de 2011

Mucha tranquilidad, ¿no?


Qué mejor forma que representar el tiempo que un rostro envejecido y decrépito. Aunque no es la ideal, por eso de morir joven, pero la gente lo entenderá. Supongo. En realidad no quiero representar el tiempo en sí, sino la forma más común de sentirlo y soportarlo. Sí, creo que la cara del viejo está bien traída.

Ay, que imbéciles… Creemos que podemos controlar el tiempo, planificar tranquilamente en sus costillas y esperar eternamente pensando que nunca bostezará. Hasta una nueva desgracia que nos interrumpa del sueño que nos hace inmortales. Quizá ahí cambiemos nuestra forma de pensar, de ver la vida; quizá después de una desgracia nos damos cuenta de que tenemos que cometer más locuras. Pero el tiempo sigue reptando y tras un intervalo de lucidez, nos acomodamos nuevamente en sus escamas hasta otra nueva sacudida. Y así y así, mientras el veneno corroe nuestros cuerpos insatisfechos y nuestras mentes emblanquecidas. ¿Cómo saber que estoy realmente aprovechando el tiempo? ¿Cómo saber si sé que estoy realmente aprovechando el tiempo?

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