sábado, 28 de abril de 2012

La opinión pública contra mí


Esta máscara la creé hace tiempo. Es la de las convenciones sociales, la de lo correcto, la de las costumbres y saberes del comportamiento del vulgo que funcionan si quieres mezclarte y triunfar en el vulgo. Me pregunto si… la necesito. Siempre he intentado despojarme de ella, de todo lo normal, de lo esperado, de lo políticamente correcto en sociedad. Ahora tengo dudas.

   ¿Y si todos mis pesares, todos mis rompecabezas y mis problemas con mí mismo se solucionaran siendo uno más? Otras veces lo he pensado, pero después de tantos tropiezos empiezo a convencerme. Ir a contracorriente, ¡qué valiente! Pecando habitualmente de humildad en casi todo, siempre he presumido de mi oposición a lo normal y a la autorrepresión de la sociedad. Yo, el gran héroe de los frikis e incomprendidos, de los especiales y los perdidos, derrotado. Ahora mismo quiero ser… otro más.

   La batalla era demasiado larga, demasiados enemigos y pocos aliados. Era una carrera en soledad contra el monstruo de la realidad, de la falsa realidad que se hace verdadera. ¿Cómo puedo yo, insignificante, luchar contra todo eso? Quizá sea esta mala racha, o este alcohol contraproducente; solo sé que necesito volar sobre las cabezas de los mediocres. No, más bien de los pringados.

   Quizá esta libertad de la que gozo sea… un error. Si lo pienso, mis ideas de que todos son imbéciles menos yo, de que todos están equivocados menos yo es cuanto menos improbable. ¿Acaso a mí se me ha revelado una verdad absoluta que me hace superior a todos los demás? Es más probable que yo está equivocado. Sí, todos me lo dicen a gritos. Es hora de volver.

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