El maestro acaba de pintar una
cara encantadora en un óvalo de plástico blanco. Es un rostro que expresa
seguridad y simpatía, con un toque pícaro y algo distante para hacerse el
interesante. En definitiva, una cara amigable que pretende ser atractiva.
Joder, ya hasta la veo en sueños.
Intento evitar pensar en ella, sacarla de mi mente mediante otras mujeres y
otros entretenimientos. Me intento convencer de lo contrario, pero la verdad es
que estoy loco por ella. Qué bueno sería que mis inevitables sentimientos
fuesen correspondidos… Pero como no es el caso, debo olvidarla, debo olvidarla…
No, no puedo esa barbaridad. No quiero perder la bonita relación que tenemos y aunque sufro,
también disfruto de su compañía...
En estas divagaciones seguía el
maestro mientras, mecánicamente, pegaba más óvalos de plástico por detrás de la
máscara. Eran como rostros en blanco que se escondían detrás de la primera pieza,
separados sólo por un grueso pegotón de adhesivo en la frente y la boca de cada
nueva cara. Sin darse cuenta, el maestro estaba creando una columna de máscaras
que medía ya más de metro y medio. Cuando le fue incómodo poner más, paró y
reflexionó sobre el sentido que podía tener
aquella forma alargada.
Pues sí, tiene sentido. Puede
simbolizar lo que pretendo ser y lo que oculto. Pero esto es solo mi lado
superficial y también el instintivo. Los sentimientos más bajos realmente,
sabiendo que hay muchísimo más. Pero no puedo negar que ante todo soy un hombre
con sangre en las venas, aunque ella parezca que no lo tiene en cuenta. En fin,
a ver cómo puedo seguir vomitando mis gilipolleces en los plásticos estos.
Tras pensar un rato, empezó a
despegar cada pieza y a dibujar en todas unos ojos cálidos, muy cálidos. Plasmó
en cada rosto oculto una mirada de verdadero interés, de bondad, con el deseo sincero
de trasmitir toda la felicidad posible. Esos ojos eran los suyos, con los que
miraba a esa gran mujer cuando ella no le veía. Pintó a mano y con esmero todas
esos rostros que después quedarían ocultos detrás del primero, la cara
encantadora y amigable que no llegaba a ser verdadera.
¿Qué puedo hacer en la última pieza, en el reverso de la máscara? ¿Pinchos? Ganchos y arpones más bien. Puntas de flechas. Ea, pues ya está lista. No sé si me siento mejor después de este esfuerzo por mirarme adentro. Quizá solo sirva para reconocer lo que soy y lo que hay, porque al fin y al cabo, ¿a quién más le importa mis tragedias?. No sé si, en vez de dármelas de artista y plasmar todos mis problemas e inquietudes, debería pasar de puntillas por mi mente para que la mierda fluya y se olvide.
...o tratar de entender la mierda y aprender a usarla a tu favor.
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