lunes, 4 de julio de 2011

Hay que saber de economía


Mecagüen, como me han tangado con estos pedidos. Cabrones. Aunque puede que yo tenga algo de culpa… Sí, en realidad la tengo casi toda, sin haber revisado bien la compra ni nada. Fui muy impulsivo aquel día, pero también es verdad que no estaba muy allá. Joder, si es que hay que andar siempre en guardia, con todo, a todas horas, en todos los sitios, que asco. Ahora a ver qué hago con esta mierda de materiales. ¡Me los como!

Mierda, este plástico es peor de lo que pensaba. No puedo aprovechar casi nada después de la pasta que me he gastado. ¡Qué ruina! Bueno, al menos el daño de esta mala inversión solo ha sido en dinero, no en tiempo, como ocurre casi siempre. Eso sí que es un problema gordo: cuando después de muchos esfuerzos y disgustos la cabrona te dice que nanay o cuando te pegas dos meses enclaustrado en un cuarto y sin vida para acabar suspendiendo los exámenes.

Ah, el tiempo, ese justo igualador humano. A lo mejor la vida es un eterno estudio económico para conseguir invertir nuestro tiempo lo mejor posible. Hacer algo que no quieres es en verdad un gran contratiempo y nuestra existencia no se puede acabar apoyando en una eterna tarea desagradable. No debería.

Lo que yo me pregunto es que, si tanto valor le doy por fin al tiempo, ¿por qué lo sigo dejando que se escape siempre como si fuera cualquier mujer que pasa por mis brazos?

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